El movimiento BDS desenmascarado

COMUNIDAD

Por Julián Schvindlerman

Quienes creemos que el antisionismo y el antiisraelismo son formas contemporáneas de ‎antisemitismo -meros reciclajes posmodernos de un odio añejo que, a diferencia de un buen ‎vino, el paso del tiempo simplemente lo empeora- debemos distinguir entre la legítima crítica ‎política a Israel y la ilegítima crítica antisemita a Israel. Usualmente, tenemos que presentar ‎ejemplos, algunos descarnados, otros sutiles, para validar nuestra tesis, apelar a distinciones ‎teóricas, cuidarnos de las generalizaciones y más regularmente que no, deber refutar algún ‎típico contraejemplo que no hace más que confirmar la regla. A veces, no obstante, en un ‎rapto de sobre-entusiasmo antijudío, son los propios antisemitas los que nos regalan un caso ‎de esos que se tornan al instante en paradigmáticos. El pasado mes de agosto, el movimiento ‎BDS nos ofrendó un modelo que ya puede ser visto como un clásico del género.

El hecho sucedió en el contexto de un encuentro internacional de reggae en España. ‎Rototom Sunsplash lleva por nombre un festival anual de arte y música que reúne a ‎referentes del reggae bajo una propuesta de “paz, igualdad, derechos humanos y justicia ‎social” según se anunciaba. El evento contaba con invitados de setenta y tres países de los ‎cinco continentes. No había participantes israelíes a los que boicotear, de manera que uno ‎puede entender la frustración del BDS País Valencia, la filial local del infame movimiento ‎global a favor del boicot, la desinversión y las sanciones contra Israel y sus ciudadanos. No ‎pudiendo hallar un israelí al que atacar, los integrantes de BDS País Valencià las cargaron ‎contra un músico judío estadounidense, Matthew Paul Miller, más conocido como ‎Matisyahu, al que exigieron, por medio de los organizadores, un pronunciamiento político ‎previo a su arribo a favor de un estado palestino. Matisyahu no respondió. Después de haber ‎‎»buscado en repetidas ocasiones el diálogo frente a la falta de disponibilidad del artista para ‎dar una declaración clara contra la guerra y el derecho del pueblo palestino a su propio ‎Estado», explicaron los organizadores del Rototom Sunsplash, decidieron expulsar al único ‎músico judío invitado al festival que ellos mismos habían definido de “paz, igualdad, derechos ‎humanos y justicia social”.

Subrayemos la palabra igualdad. Ningún otro músico fue presionado a cuestionar las políticas ‎de ningún país para poder dar un concierto en el festival. No se le exigió al presentador -el ‎sudanés Sami al-Hajj, ex preso de Guantánamo- que marcara postura sobre las políticas ‎genocidas de Omar al-Bashir; ni al jamaiquino Andrae Jay Sutherland se le pidió que criticara ‎la violencia anti-gay de su nación; ni se esperó que Rubén Koroma de los Refugees All Stars ‎de Sierra Leone denunciara la guerra civil de su tierra; ni se reclamó a la británica Hollie Cook ‎que cuestionara la participación de Londres en la guerra de Irak. De un universo de músicos ‎provenientes de docenas de países, sólo al judío se lo apartó para un cuestionamiento ‎específico. Ante la reacción mundial adversa, Matisyahu fue readmitido.

Fue curioso que prácticamente al mismo tiempo que el estado español estaba ofreciendo ‎otorgar la ciudadanía a los descendientes de los judíos expulsados durante la Inquisición, la ‎organización de un festival financiado con fondos públicos expulsara al único partícipe judío, y ‎que la causa fuese su negativa a condenar a Israel. En el siglo XV, un judío en España debía ‎probar su pureza de sangre para ser aceptado en la sociedad; ahora, en el siglo XXI, un judío ‎debía probar su pureza ideológica para ser admitido a un festival cultural. Los hechos fueron ‎cristalinos y el corolario, evidente. El BDS País Valencià persuadió a los organizadores del ‎Rototom Sunsplash que era válido boicotear a un músico judío para castigar políticamente a ‎Israel. No supieron, no pudieron o no quisieron distinguir entre un judío y un israelí. Lo cual ‎apenas sorprende: estos antisemitas no pretenden defender los derechos de los palestinos ‎sino emplear su causa como un vehículo para hostigar a los judíos, sean israelíes o no.

En su portal, el Rototom Sunsplash proclama: “¡La paz gana! Gracias amantes de la paz”. No ‎amigos, gracias a ustedes por clarificar tan brutalmente que la distinción entre antiisraelismo ‎y antisemitismo es inexistente.‎

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