La hospitalidad de Turquía con el terrorismo árabe

Medio Oriente

Por Burak Bekdil

En 2004, el presidente turco (por entonces primer ministro) Recep Tayyip Erdogan denominó a Israel “Estado terrorista”. Dos años después recibió a Jaled Meshal, líder de Hamás. Aludiendo a la peripecia de los partidos islamistas turcos, entre ellos el suyo, que llegó al poder por medio de unas elecciones, Erdogan dijo: “La decisión del pueblo debe respetarse”. Al referirse a la victoria electoral de Hamás en Gaza, pretendía, al parecer, legitimar al movimiento islamista y el terrorismo. Sin embargo, omitió deliberadamente una significativa diferencia entre Hamás y los partidos islamistas turcos: la organización palestina defiende explícitamente la violencia, mientras que los partidos turcos operan dentro del ámbito democrático.

Ocho años después de la visita de Meshal a Turquía, Hamás está coordinando sus esfuerzos en la Margen Oriental con apoyo logístico de un mando central radicado en Estambul; un hecho que, al parecer, indigna incluso a la Autoridad Palestina (AP), socia de Gobierno de Hamás en los territorios palestinos.

Además, Turquía acoge a Salah al Aruri, un líder de Hamás a quien la AP acusa de planear diversos atentados contra objetivos israelíes. Según los medios israelíes, el Shin Bet (servicio de seguridad) tiene pruebas de que dichos ataques mortales contra israelíes fueron planeados en el cuartel general de Hamás en Estambul. Diplomáticos turcos niegan esas acusaciones, de forma poco convincente. Según parece, Israel ha solicitado a la OTAN y al Gobierno estadounidense que emprendan acciones por el apoyo de Turquía a una organización terrorista.

De hecho, fue Aruri quien admitió el 20 de agosto, ante la Conferencia Mundial de Sabios Islámicos, que Hamás había instigado “la heroica acción llevada a cabo por las Brigadas Al Qasam [el brazo militar de Hamás]” que se saldó con la captura de “tres colonos en Hebrón”. Los tres adolescentes fueron secuestrados y asesinados por agentes de Hamás, incidente que desencadenó la espiral de violencia que derivó en la sangrienta guerra de Gaza del pasado verano.

La mayoría de los observadores occidentales tiende a explicar el romance entre Erdogan y Hamás recurriendo a la realpolitik y al pragmatismo: según ellos, Turquía ha buscado ganar influencia regional entre las naciones árabes tratando de convertirse en la poderosa defensora de la causa palestina. Quien esto escribe considera que además hay una historia de adoctrinamiento tras ese romance.

Nuretin Topcu (1909-1975) fue un escritor que inspiró a una generación de islamistas turcos a finales de los años 60 y principios de los 70 del pasado siglo. Sus escritos influyeron enormemente en una clase emergente de yihadistas que se unieron bajo el paraguas de la Unión Estudiantil Nacional Turca (MTTB, por sus siglas en turco). Las teorías de Topcu y de otros pensadores cimentaron lo que posteriormente se conocería como la síntesis turco-islámica o, simplemente, islam político turco. Según Topcu, “el islam es el corazón/espíritu de un turco, y la turquidad su cuerpo”. Uno de los miembros más entusiastas del MTTB era Erdogan.

En un discurso de 2010, el actual presidente turco se refirió a Topcu como “un gran pensador”. Ese mismo año, en otro discurso, dijo que era “el espejo de este país”. Más recientemente lo incluyó entre los once mayores escritores de la historia otomana y turca.

Hay un centro cultural y varias escuelas primarias (algunas de ellas en Ankara y en Estambul) que lucen orgullosamente el nombre del filósofo. Este año un viceministro inauguró una escuela política llamada Nuretin Topcu. Hace unas semanas, peces gordos y burócratas del Gobierno organizaron un panel de debate sobre “Nuretin Topcu, el maestro, y nuestra causa educativa”.

¿Qué es lo que hace que ese filósofo turco, graduado en la Sorbona, y sus ideas sean tan caros al pensamiento y el sentir de los dirigentes turcos? Poco después de la guerra de los Seis Días, en 1967, Topcu publicó tres ensayos: La causa islámica y el judaísmo, El dinero y el judío y Seres humanos y judíos.

Ibrahim Tenekeci, un columnista simpatizante de Erdogan, escribió a principios de este año en el diario progubernamental Yeni Safak: “[Los escritos de 1967 de Topcu] reflejan la indignación de un musulmán (…) un noble empeño, una postura honorable”. Pero ¿cuál era la doctrina de uno de los pensadores favoritos del presidente turco? Espiguemos en sus obras.

De su obra El dinero y el judío:

La humanidad tiene dos enemigos, dos satanes: el dinero y el judío.

De La causa islámica y el judaísmo:

Mientras Israel esté ahí, el mundo turco y el islámico estarán en peligro. El futuro le pertenece a uno (Israel) o al otro (los mundos turco e islámico).

Y de Seres humanos y judíos:

Los judíos son (…) el tormento eterno de la humanidad; son las manos sangrientas y pecadoras (…)

La nación judía fue enviada al mundo para destruir toda belleza, todo cimiento sólido y cualquier hecho redentor. Dañar a los seres humanos y a la humanidad es casi un instinto judío.

Topcu no dice quién envió a los judíos al mundo para causar todo el daño a la humanidad, ni por qué. Pero, aparentemente, la generación de islamistas turcos de los años 70 se ha tomado sus teorías demasiado en serio.

El presidente Erdogan es un político pragmático, pero no siempre. Especialmente cuando su pragmatismo choca con su emotividad. ¿Siguen preguntándose el porqué de su romance con Hamás? Vuelvan a leer las citas de Topcu. Luego abran los estatutos de Hamás, lean su grotesco contenido y compárenlo con lo escrito por el filósofo turco. Así podrán interpretar mejor la mentalidad de Erdogan.

Gatestone Institute

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