Testimonio en Chile: Salida y expulsión de los judíos de los países árabes

COMUNIDAD

Por Marcos Levy

Revista Shalom

– Dentro de las próximas semanas, este tema adquirirá la dimensión que le corresponde, gracias a la aprobación por el Knésset de un proyecto de ley presentado por el diputado Shimón Ohayon, que establece que cada 30 de noviembre será conmemorado en Israel el “Día Nacional de la Salida y Expulsión de los Judíos de los Países Árabes y de Irán”.

Tras pasar las correspondientes lecturas legislativas, la iniciativa parlamentaria permitirá dejar atrás una parte ignorada de la historia de los judíos “y desde este año -dice Shimón Ohayon- cada niño israelí aprenderá y conocerá este triste capítulo de la historia judía”. Una historia de la que “muy pocas personas son conscientes en Israel y el mundo, como no conscientes de que los judíos sufrieron una limpieza étnica, persecuciones y progroms en el mundo árabe”, explica.

Las cifras de expulsados es potente y dramática. 850.000 judíos debieron abandonar sus propiedades, no estando implicados en el conflicto. Y sólo por su condición de judíos.

La mayoría de los refugiados judíos de los países árabes llegaron a Israel, facilitándoseles una adaptación plena, mientras los refugiados palestinos fueron confinados en campamentos, vigentes hasta hoy, impidiéndoles la ciudadanía y la participación en la vida pública.

Para el embajador de Israel en las Naciones Unidas, Ron Prosor, la partida de los judíos de los países árabes “no fue casual. Líderes árabes que fracasaron en su intento de eliminar a Israel con un ataque militar en 1948, comenzaron una campaña de temeridad, provocación, violencia y expulsión de ciudadanos judíos de sus países”, señala. Líderes judíos fueron detenidos en forma arbitraria y torturados, apunta Prosor, despojándolos de sus bienes. El diplomático denuncia la falta de reconocimiento internacional sobre esta tragedia, cuya actitud representa, a su juicio, “una especie de cooperación con los estados árabes que pretenden borrar toda memoria de la historia judía en sus tierras”.

Desde este próximo 30 de noviembre, esta historia de los “otros refugiados”, como le llaman algunos al tema de los expulsados judíos de los países árabes, podrá cobrar una importante rol en las tratativas de paz con los palestinos. Por de pronto, el ministerio de Relaciones Exteriores de Canadá ha indicado que “el reconocimiento de los judíos expulsados de los países árabes debe estar incluido en un eventual acuerdo palestino-israelí”, recomendando al gobierno de Otawa que aliente a que “la negociación directa entre las partes tenga en cuenta todas las poblaciones de refugiados como parte de cualquier solución justa y global a los conflictos entre israelíes y palestinos, y entre árabes e israelíes”. Y en la misma dirección, Shimón Ohayon enfatiza que “cuando hablamos de un acuerdo de paz, un primer e importante paso del mundo árabe debe ser el de asumir la responsabilidad de lo que se le hizo a estas antiguas comunidades judías”.

Cabe señalar que el Gobierno de Israel lanzó recientemente una campaña destinada a cuantificar los bienes expropiados a los judíos expulsados o que se vieron obligados a abandonar los países árabes, y que tiene por objeto, además, buscar el reconocimiento internacional de este hecho.

En tanto, el Congreso Judío Mundial, la organización que encabezó en los años ’90 la lucha por la restitución de propiedades expoliadas en la Alemania nazi y la devolución de haberes en cuentas dormidas desde la Segunda Guerra Mundial, estima el valor de las propiedades abandonadas en los países árabes en más de 20.000 millones de dólares.

Laurette Teboul Levi: “Me dieron una semana para salir”

Por Marcos Levy

Revista Shalom

Sintió el llamado a su puerta de dos policías cairotas vestidos de civil, quienes al enfrentarla le dijeron que era una “espía” y que le daban una semana para salir del país. “Entré en pánico, aunque sabía que tarde o temprano llegaría mi turno, porque el resto de mi familia ya había sido expulsada”.

Breve y dramático relato de Laurette Teboul Levi (82), residente en Chile, al enfrentar la noticia de su expulsión de Egipto, en noviembre de 1956.

Laurette, madre de dos hijas -Sylvana y Karine-, quienes viven en París y Santiago, respectivamente, y abuela de seis nietos, cuenta que la vida en Egipto era “agradable” hasta tanto se produjo la expulsión de todos los judíos, franceses e ingleses. “Nadie quería dejar Egipto -dice-, a pesar de los consejos de la embajada de Francia”.

La Comunidad Judía de Egipto vivió en relativa calma hasta la década de los ´50 cuando oficiales militares liderados por Gamal Abdel Nasser tomaron el control del país, adoptando una política anti-israelí. Por de pronto, en noviembre de 1956 Nasser ordenó la expropiación de todos los bienes de los ciudadanos judíos. Los trabajadores, profesionales y empleados gubernamentales judíos, fueron despedidos, y cientos enviados a prisión y campos de detención, apunta un reportaje (“Los otros refugiados: los judíos de países árabes”) publicado por “Tribuna Israelita” de México. Estas acciones eran un mensaje claro: los judíos debían abandonar Egipto y renunciar a sus propiedades. En pocos meses, miles de judíos fueron expulsados.

Años después, con la firma del Tratado de Paz de Camp David entre Egipto e Israel, se estableció la creación de una comisión encargada de resolver las demandas financieras; instancia que no ha sido aplicada.

La salida de Laurette de Egipto se registró, finalmente, en enero de 1957. “Me fui a París con mi hija Sylvana de dos años. Mi marido, David Pinto, lo hizo a Alemania por trabajo. Me acuerdo que en el aeropuerto abrieron la muñeca de mi hija para ver si había escondida joyas o dinero en efectivo. La pequeña Sylvana -cuenta- sintió desconsuelo y se puso a llorar”.

Los hermanos de Laurrette, Maurice, Kemy, Mireille y Andréé (fallecida este año), y su madre, Ester, corrieron la misma suerte dejando casa, muebles, joyas y pertenencias personales. El padre, Joseph, quien registra su nacimiento en Tiberíades (Palestina), murió en El Cairo sin saber que su familia sería expulsada.

“Llegando a Francia nos esperaba una delegación que nos indicaba lo que había que hacer. Teníamos derecho a 60.000 francos por familia durante seis meses. Mi marido se volvió a juntar conmigo después de dos días de llegar a París. Compartimos departamento con mis primos. Vivíamos muy apretados; así podíamos ahorrar. El barrio en el que vivíamos era pobre. Después de seis meses de haber llegado, me puse a trabajar como secretaria en una empresa y puse a mi hija en un jardín infantil. Recuerdo que todos los días caminábamos dos estaciones de metro para almorzar en una cantina judía para personas que tenían problemas económicos. La comida no era muy buena, pero nos permitía subsistir”.

Laurette continúa con su testimonio.

“En cuanto a mi marido, comenzó a trabajar desde la casa en importación de naranjas y huevos desde Marruecos. Como le empezó a ir bien, nos mudamos solos a un departamento más grande. Después de cinco meses, en abril de 1957, el resto de mi familia, es decir, mis hermanas Kemy y Andrée, junto a mi madre, Esther, se fueron a vivir a Israel, a un kibbutz. Y mi hermano Maurice y su señora se quedaron, al igual que nosotros, en Francia”. En la capital nació la segunda hija de Laurette, Karine, quien se casó en Chile con Alberto Levy, formando una familia con tres hijos.

Como el negocio de importaciones empezó a decaer en 1979, David buscó nuevas oportunidades de trabajo. En 1981, su primo, Claude Coen, quién tenía negocios en Chile, le ofreció instalarse en Santiago como administrador de una estación de servicio, lo que les que hizo radicarse definitivamente en el país.

“Mi historia ha sido difícil de sobrellevar”, dice Laurette, quien afirma como corolario que “tiene tres vidas en el cuerpo: 25 años en Egipto, 25 años en Francia y más de 30 años en Chile”.

Suscríbete a nuestroNEWSLETTER

Ingresando tus datos aquí, y recibirás noticias y novedades de CJCH en tu mail.