No se asusten, es sólo un turista

COMUNIDAD

Columna de Joaquín García Huidobro

El Mercurio Domingo 15 de Enero de 2012

El argentino Jacobo Timerman (ZL) no sólo fue el periodista más interesante que ha producido Latinoamérica sino que, terrible paradoja, tuvo la posibilidad de reportear sus propias torturas (Buenos Aires, 1977), ingrato privilegio que ni el periodista más entusiasta podría desear.

Timerman fue torturado a causa de un libro escrito 80 años antes. Es una historia increíble, que no por casualidad ha sido llevada al cine. Sus carceleros, agentes de seguridad, eran nacionalistas argentinos, marcados por el antisemitismo. Terrible mezcla, la de nacionalismo y antisemitismo, tan perversa como frecuente en la historia.

Ellos conocían de oídas «El Estado judío» (1896), donde Theodor Herzl, fundador del sionismo, decía una cosa obvia: a menos que los judíos encontraran un lugar donde vivir bajo un Estado propio, siempre estarían expuestos a ser exterminados, como efectivamente sucedió con millones de ellos bajo Hitler.

El problema que inquietaba a los torturadores era que Herzl preveía dos posibles destinos para su pueblo: Palestina o la Patagonia argentina; un lugar muy apropiado, pues los argentinos no se preocupaban de esas tierras despobladas. Finalmente no fue el sitio elegido, porque el deseo de la Tierra Prometida fue más fuerte, pero en la imaginación de los antisemitas argentinos quedó flotando esa amenaza.

Como Timerman era judío y periodista, sus captores estaban convencidos de que tenía que saber todo acerca de la conspiración judía para ocupar la Patagonia. Temían que, en caso de que el conflicto del Medio Oriente de entonces se agravara, los israelíes recurrieran a un Plan B, y volvieran a pensar en la idea original de Herzl.

Lo dramático del caso es que, obviamente, el pobre Timerman no tenía idea de semejante proyecto, que por lo demás era inexistente.

El infortunado incendio en las Torres del Paine ha tenido en nuestro país algunas connotaciones que, guardando las distancias, podrían hacer recordar el caso Timerman. Si el joven turista hubiese sido sueco o belga, el caso habría sido tratado como un doloroso incendio de parque nacional. Pero he aquí que es israelí, y no han faltado quienes, tras su presencia en nuestro sur, empiezan a ver la mano del Mossad o del Ejército de Israel.

Se ha hablado de una suerte de invasión de jóvenes israelíes que vienen a Chile tras su servicio militar. De hecho, dos parlamentarios opositores han formulado denuncias en esa dirección. No se trata de políticos cualquiera, sino de un vicepresidente de la DC y del vocero del Senado en RR.EE. Tras las protestas de la comunidad judía, sus declaraciones fueron rechazadas por sus respectivos partidos.

Otros plantean, con temor, la posibilidad de que los israelíes adquieran tierras en el sur. Y si un ciudadano más chileno que el copihue, como Mario Kreutzberger, compra tierras o propone un plan de colonización de nuestro despoblado sur, el solo hecho de tener un origen judío lo torna sospechoso de estar siguiendo instrucciones de un Estado extranjero. Absurdo.

Quizá ayude a calmar los ánimos suspicaces el atender a las estadísticas. ¿A cuánto asciende la «invasión» de turistas israelíes? A 19.205 el año pasado. Los canadienses, en cambio, fueron 36.682, y nadie habla de un peligroso plan de la Policía Montada para invadirnos.

Dicen, asustados, que los israelíes vienen de preferencia al sur. Pero cualquiera que haya estado en el Medio Oriente entenderá que esa gente no quiera ver desiertos. Señalan que los financia el Estado de Israel. No parece creíble que tengan becas exclusivas para Chile, pero sería bueno que la Embajada clarificara este punto.

¿Qué puede significar este desgraciado episodio? Que tenemos que tomar medidas para evitar no la acción del Mossad, sino la torpeza de turistas desaprensivos, mucho más peligrosos para nuestro país que el más sofisticado de los agentes. Tampoco hay que exagerar en sentido inverso y considerar que el solo hecho de ponerse nervioso por la cantidad de jóvenes israelíes que visitan Chile, transforma a una persona en antisemita. El antisemitismo es algo muy serio, gravísimo, y no debe ser confundido con cualquier comentario absurdo o especulación infundada.

En todo caso, no estaría mal que esta historia nos llevara a tomar más en serio nuestro abandonado sur. Esto incluye desde la conectividad vial hasta la necesidad de poblarlo. No sea que Wikileaks o alguien semejante nos revele más documentos como el que hizo público el año pasado, donde Condoleezza Rice le ofrecía a los palestinos… el sur de Chile y Argentina.

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